La educación NO es un producto de mercado, ES un derecho fundamental
La educación no puede ser concebida como un servicio o producto de mercado, esto sería un retorno a la barbarie, a estados primitivos de la evolución humana, en el que se considera a cada persona como un objeto de negocio, lucro y acumulación. Es entender al ser humano como un factor productivo que debe contribuir al producto económico y debe prestarse para incrementar ese producto.
Entender así la educación es volver a concebir la vida con los parámetros de la esclavitud, en el que cada ser humano debía contribuir a la producción para subsistir, de lo contrario, no tiene derecho a la vida ni menos a la felicidad. ...Y entonces cómo entendamos al ser humano está a la base del proyecto social que implica la educación que un país define para sus ciudadanos... Toda nueva vida es el resultado de decisiones que otros han tomado (construcción colectiva política-económica-cultural y social), por lo tanto, constituye un deber inevitable –obligación que surge del principio de responsabilidad- que aquellos que conciben una nueva vida, se esmeren para que esta alcance un estado superior de existencia, se desarrolle íntegramente, pueda crear, ser libre y respetada, se reconozca valiosa, y finalmente pueda aportar al bien colectivo, puesto que nace y vive en sociedad, y su felicidad depende del grado de bienestar que disfrute su entorno social. La educación habilita a las personas para ser felices; no sólo es un medio para asegurar la propia supervivencia material, sino que también desarrolla seres complejos, inteligentes, creativos, que contribuyen al bienestar de todos. Sin educación se incrementa la infelicidad, la decadencia cultural de las sociedades, las condiciones de miseria y pobreza en las que muchos pueblos se han sumergido debido a la delincuencia, la brutalidad y la vulgaridad que la falta de educación produce. La educación es un derecho fundamental, de ella depende el pleno desarrollo del ser humano, y por lo tanto toda persona tiene el derecho a exigir aquellos espacios, recursos y herramientas que lo habilitan para ser feliz. Por lo tanto, no hablamos sólo de contar con un título para obtener bienes que nos permitan vivir, hablamos de la posibilidad de desplegar en su máximo potencial todos los talentos, creaciones y expresiones que le permiten al ser humano actuar y transformar el mundo, participar activamente de la vida cultural y social de su país. La educación, desde esta mirada, es una responsabilidad social y una obligación colectiva que en las sociedades modernas se implementa a través del Estado, en tanto este es la expresión formal e institucional de la sociedad. Cuando los pueblos son cultos y desarrollados otorgan el derecho a la educación, pues han entendido que toda nueva vida es el resultado de una decisión colectiva social. Es por ello que nuestra civilización, después de siglos de evolución, ha consagrado el derecho a la educación en numerosos tratados internacionales de derechos humanos y, particularmente, en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, ratificado por casi todos los países del mundo, y adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 16 de diciembre de 1966, vigente desde el 3 de enero de 1976. Este Pacto en su artículo 13 reconoce el derecho de toda persona a la educación. De allí que una sociedad evolucionada le entrega la responsabilidad de la educación al Estado y la concibe como un derecho inalienable.
1. ¿Cuál es el problema central de la institucionalidad educacional vigente? El principal problema dice relación con la privatización de la educación. Hoy menos del 50% de la población estudiantil está en establecimientos públicos, lo que significa que una parte sustantiva del esfuerzo educacional recae en la familia. Chile es, en comparación a la región latinoamericana y a los países más desarrollados del mundo, el que muestra mayor matrícula en centros de formación privado. Esto ha llevado a deteriorar severamente la calidad de la educación, en particular la educación pública, que contiene en su mayoría a sectores muy vulnerables y a los que no se les puede ofrecer una educación de calidad. Por otra parte, el sistema educacional no es eficaz en eliminar o aminorar las desigualdades de cuna, muy por el contrario, las incrementa al ofrecer a los más desfavorecidos una pésima educación, y a los más acomodados, educación de calidad. Es más, la enorme desigualdad que hoy exhibe Chile, es también el que incrementa y agudiza las desigualdades.