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martes, 7 de febrero de 2012

Alejandro Aracena Siares: Un historiador forjado a pulso. (reportaje de Atacama Viva)

Los minerales y los libros han sido los fieles compañeros de vida de Alejandro Aracena Siares, historiador forjado a pulso, académico, escritor y minero atacameño, entre sus mayores galardones está que es integrante de la Comisión Internacional de Arte Popular (IOV) de la Unesco y ganador de la condecoración Ciudadano del Bicentenario entregada por la Cámara de Diputados en 2011.

Don Alejandro nació en el mineral Capote Aurífero en Freirina, región de Atacama, y de pequeño viajó por yacimientos mineros de Tierra Amarilla, como Cerro Blanco, y también en Carrera Pinto e Inca de Oro.

Su padre era laborero de mina, al igual que sus abuelos, tíos y hermanos, andaban en los grandes yacimientos de minas, por eso gran parte de su niñez, Alejandro, la pasó en minerales; luego, se trasladaron a Copiapó, en donde realizó su educación media primero en el liceo para posteriormente cambiarse a la Escuela Normal.
Así se fue forjando, entre libros y minerales que lo fueron convirtiendo poco a poco en la figura ilustre que es hoy en día y se fue ganando el respeto del público docto y no tan docto que lo rodea.

En 1991 ganó un proyecto Fondart, “Cien escritores de Atacama” que hasta hoy sigue vigente “escritor nuevo me busca” y sin falsa modestia lo dice, pues muchos son los que quieren la opinión de éste uno de los pocos grandes historiadores que sobrevive y que, precisamente, por este proyecto ha hecho un aporte tremendo para difundir a los escritores de la región tanto de antaño como a los actuales que buscan su propio espacio en este medio tan difícil. “Es uno de los mejores premios que he ganado a nivel nacional para difundir a los escritores”, dice él mismo.

De muchas partes de la región lo invitan a hablar de las grandes figuras de las letras de estas tierras, a varios de los cuales Don Alejandro conoció personalmente, como Oriel Álvarez, Gastón Serazzi, Guillermo Álvarez, María Lanza Encalada, Lucía Román, entre otros, “ésa es la riqueza que tengo, y de los que no están también tengo los libros, hay un legado de libros que son los que me han dado la posibilidad de conocer Atacama”.

ROMPER CON LOS MITOS

En cuanto a las estatuas que se encuentran en la Plaza de Armas, Alejandro Aracena fue quien más lucho por demostrar que no eran todas las estaciones del año. “Yo dije que no eran las estaciones del año y me tiré a todos los doctores en Historia, me tiré a todos los historiadores encima y yo tenía que decirles y demostrarles que estábamos equivocados, entonces fui a la Plaza de San Felipe donde están las estaciones y ver que no eran iguales las que tenemos a las de allá, y allá están con nombre: Verano, Invierno, Primavera y Otoño, y también fui a Temuco a la Plaza de Angol, y allá están los continentes, entonces dije ‘a mira en la Plaza nuestra están América y Asia’”. Este hecho muestra también, el carácter y la convicción en el actuar de don Alejandro, quienes lo conocen pueden dar fe que es un hombre de ideas fijas y claras y que lucha con convicción por lo que cree.


En este sentido, don Alejandro, dice que es muy importante “romper con los mitos, los copiapinos somos buenos para los mitos, para estas leyendas, de hecho, en un diario de aquí un periodista lanzó que la estatua estaba llena de barras de plata debajo, irresponsablemente lo dijo, porque primero, la plata empezó en 1832 y la estatua se instaló en 1872, en 40 años a Chañarcillo ya no le quedaba plata, (…) entonces si él responsablemente hubiera conocido la historia no hubiera inventado que debajo de la estatua estaba llena de barras de plata”.

Por lo mismo enfatiza en la importancia de documentar todo lo que uno dice, porque “siempre hay alguien que sabe más que uno” y que incluso lo puede ayudar para no caer en errores y sus muchas veces, irreparables consecuencias.

SU VETA DE MINERO

Don Alejandro también fue minero, así como su padre, abuelos y tíos. “Yo lo que estoy aportando a la historia es en la investigaciones directa, con la gente, con los mineros, yo viví en minas, comí, por lo tanto escribo de las comidas mineras, lo que yo comí y lo que yo viví” y prosigue “si tengo que escribir del vestuario minero, tengo otro libro, del vocabulario minero, es el vocabulario que yo hable cuando trabajé 10 años en mina, pero yo nací en minas por lo tanto, ese vocabulario lo escuche al abuelo, a todos, es propio; conozco las herramientas, conozco los oficios, cómo el minero trabaja, sé arreglar un barreno, sé barrenar adentro de la mina, sé poner explosivos, sé tirarme un capacho al culo y salir 50 metros ¡lo hice!, sé tornear, se manejar un huinche para sacar un balde, cuando escribí ese libro que se llama ‘El minero pirquinero y sus oficios’ ese libro lo hice porque yo esas labores las había realizado”, asimismo cuenta que fue cocinero en las minas “porque se preparar los porotos, las lentejas el garbanzo en la mina, se preparar el charquicán, el cocho sanco se preparar comida minera”.

“Tuve esa calidad que me dio el ser hijo de minero, de haber vivido con la naturaleza, entonces yo escribí de minería, de mis poemas decían ¿cómo le puede escribir éste a las piedras, a la malaquita, a la turquesa, si son inertes no tienen vida? Yo les daba vida; entonces, ahí me llamaron el poeta de las piedras, el poeta de los minerales, la que me bautizó con el poeta de las piedras fue Ángela Cuevas”.

De hecho tiene un libro titulado “El cateador y las 14 doncellas”, donde habla a cerca de los minerales y de la comida, vestuario y el vocabulario minero.
Hace algunos años atrás desde la Universidad de Atacama, lo enviaron a la Universidad de Lieja, Bélgica para hablar de los “Dos mil años de minería en Atacama”, oportunidad en la que también conoció Francia y España. Este tema, posiblemente, sea su gran obra, como él mismo dice, pues se ha tornado su meta escribir un libro que irá desde la época precolombina a la actual en torno a la minería.

En otro de sus libros, “Un viaje por la Tierra de los Patos Negros” dedicado a Atacama, que según explica significa Patos negros, en donde describe diez títulos importantes de la región, lo que es el Desierto Florido, las dunas, los monumentos, los parques nacionales, la agricultura, la pesca, y por supuesto, la minería, las minas emblemáticas de acá, de plata, cobre y oro.

Actualmente, a sus 67 años de edad, don Alejandro sigue relacionado íntimamente con la minería, ahora es guía de turismo certificado minero, y con respecto a este trabajo también escribió un libro que se llama “‘Cuarenta rutas de Atacama’ o sea que una persona tiene que salir 40 veces conmigo para conocer algo de Atacama”, dice.

PABLO DE ROKHA

Parece increíble, pero don Alejandro tiene muchas historias que contar, entre ellas destaca que conoció al gran poeta Pablo de Rokha. “Pablo de Rokha venía a Copiapó, con él vendíamos libros, a la estación llegaba con su señora, ella ahí pintaba las carretas, los coches, y vendía sus cuadros muy caros, y él salía con nosotros, dos estudiantes que pidió a la Escuela Normal para vender sus libros, nosotros golpeando puertas ‘señora don Pablo de Rokha, poeta, escritor, y él va a ofrecerle sus libros, una vez que lo hacía pasar golpeábamos a la otra persona, más adelante, y le decíamos ‘está ahí con su vecina Pablo de Rokha si quiere recibirlo’ y nos decía ‘¿Pablo de Rokha está aquí?’ Íbamos por los locales nosotros y al final nos daba un premio, nos pagaba con una comida para todos en la misma estación”.

Así sencillamente, cuenta que conoció a uno de los más grandes escritores del país, consciente de la figura del insigne escritor pero no tanto del valor de conocerlo.

LA VOCACIÓN DE ESCRIBIR

En cuanto a su inspiración para escribir, según el relata se encuentra precisamente en los libros. “La vocación mía de escribir está en la lectura, quería leerme todos los premios nacionales de literatura, y lo hice, quería leerme los premios latinoamericanos, porque decía yo, en cada país tiene que haber uno bueno, empecé por Ciro Alegría me acuerdo, el primero peruano y leí todos los libros de él, ‘Del mundo es ancho y ajeno’, ‘La serpiente de oro’, ‘Los perros hambrientos’ y vi que era espectacular”.

PROYECTO DE MUSEOS MINERO

Uno de los proyectos de don Alejandro fue restaurar la antigua casona ubicada en la Mina El Tránsito, así, según nos relata, fue a hablar con Sally Hochschild, quien decidió otorgarle la mina y luego de aproximadamente un año de trabajo del historiador en la casona decide dar todo su apoyo y le entrega un contrato con lo que se le dio la formalidad que requería a la mina, y que hoy está a cargo de la Universidad de Atacama y del municipio de Tierra Amarilla, esta última puso a un encargado y así este museo, según don Alejandro Aracena se convirtió en el primer museo minero de Chile el año 1991.

“Éste es un pequeño museo de sitio, están en su lugar las carretillas, está todo en su lugar, están los piques, asique es muy importante porque hay pocos museos de sitio”. En el lugar además se puede recorrer un circuito minero, donde hay algunas casonas y galpones, “es la ruta de los ingleses, para ver lo que hicieron ellos en minería en Atacama”, dice.

En cuanto al actual Museo Minero de Tierra Amarilla, según el relato de don Alejandro, él empezó a asesorar el año 2004, y se inauguró en agosto de 2011, en él el historiador atiende sábados y domingos. “El turismo se hace para las minas los sábados y domingos, así que aprendí a atrabajar los sábados y domingos”, agrega. Para quienes le interese conocer este museo se pueden contactar con don Alejandro a su fono personal 73138690.

EL FÚTBOL

No muchos saben, pero don Alejandro Aracena es una aficionado al futbol, de hecho jugando a este deporte fue que el año pasado se quebró y se vio obligado a usar las muletas que hasta el día de hoy lo acompañan.

En Tierra Amarilla fundó el Club COEMIN, hace ya cerca de 40 años y que aún hoy está vigente. Luego, en El Salvador, hizo el curso de entrenador de futbol, tarea que siempre pensó en ejercer luego de que dejara de jugar pero que la vida lo ha llevado a no realizar, al menos no aún.

Por Bárbara Pérez

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