En la Tercera Región se levantará uno de los depósitos de oro y cobre más grandes del mundo. El proyecto minero utilizará para el proceso industrial más de 900 litros de agua por segundo, los que podrían impactar las condiciones hídricas de una región que ya está en sequía extrema. Mientras la empresa asegura que no afectará la cuenca del río Copiapó, los detractores del proyecto señalan que no hay nada que pruebe esa tesis.
Rosa Ahumada dice que todo alguna vez fue distinto. Que de sus 46 años, por lo menos los primeros 35, fueron distintos.
“Yo conozco a un agricultor que tenía un pozo de 80 metros para regar sus hortalizas, pero se le secó. Tenía lechugas, papas, tomates y cebolla. Plantaba más de 50 hectáreas. Hoy sólo le alcanza para 18″ —dice Rosa—, mientras se atropella en el relato, porque advierte que ésta es sólo una de las historias que golpean a una región que se está secando.
La última lista de precios que vio Rosa es ésta: el durazno no baja de mil pesos. La acelga cuesta $500. Los plátanos son lo más barato, quizás: $500 pesos el kilo.
Las frutas se han convertido en un bien de lujo en Copiapó, comenta Rosa, presidenta de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Copiapó.
El problema es el agua. No por nada el Gobierno decidió extender por un semestre más el decreto de escasez hídrica en la III Región.
Sólo lea este dato: la cuenca hídrica del Valle de Copiapó sufre una sobreexplotación hace muchos años. “Durante la década del 90 y la del 2000 se vendieron derechos de agua que hoy ascienden a 19,6 metros cúbicos por segundo, cuando la capacidad de recarga de agua es apenas el 20% de esa cifra”, señaló la semana pasada el ministro Laurence Golborne.
Por todo esto es que los habitantes de la región temen a las mineras y en especial al último gran proyecto que se levantará en Maricunga, a 145 kilómetros al sudeste de Copiapó: el proyecto Cerro Casale utilizará para el proceso industrial minero más de 900 litros de agua por segundo. Un volumen que nadie puede ignorar en la zona. Menos ahora.
EL MIEDO
Cerro Casale es un proyecto minero, propiedad de Compañía Minera Cerro Casale (CMC), que consiste en la operación de una mina a rajo abierto para producir y comercializar concentrado de cobre y metal doré (oro y plata).
Los socios de CMC son dos compañías mineras canadienses con operaciones internacionales: Kinross Gold (25%) y la ya conocida Barrick Gold (75%).
El capital promedio de inversión será de aproximadamente de US$ 6 mil millones. Pero los números que aprietan a la región no son éstos.
El Río Copiapó, una de las tradicionales fuentes hídricas más importante de la zona, ha sufrido una merma tan importante en su curso, que en su paso por la ciudad que lleva el mismo nombre, está totalmente seco.
Según Patricio Pinto, gerente de Asuntos Corporativos de Barrick, en la compañía están conscientes de la escasez de agua, especialmente en la cuenca del Río Copiapó y por eso se extraerá agua de otro origen, a 120 kilómetros del proyecto y fuera de la cuenca del río. “Piedra Pómez, cuyo acuífero no se encuentra conectado al valle de Copiapó, proveerá el recurso hídrico en la etapa de operación mediante un acueducto que conectará las instalaciones mineras con el sector de Piedra Pómez”, dice Pinto. CMC cuenta con derechos de agua sobre Piedra Pómez que fueron otorgados por la Dirección General de Aguas. La compañía también aclara que durante el período de construcción se utilizará como fuente de abastecimiento hídrico agua del Río La Gallina, situada en las cercanías del Proyecto.
Por lo tanto, según Barrick, todos los temores de quienes creen que el proyecto afecte el río, son infundados.
“La comunidad ordena y exige a las grandes mineras que no usen agua dulce, sino que 100% agua salada. No estamos contra el proyecto ni contra las inversiones, pero queremos que se haga con responsabilidad”, dice Brunilda González, antes de su queja más dura: “¡Esto es más que un Pascua Lama!”, exclama al teléfono desde su oficina municipal. “La cianuración en ese caso no estaba en el lado chileno. Este proyecto está 100% en tierra chilena. Y, además, afectarán glaciares y no blancos sino que de roca, mucho más profundos y directamente relacionados con las capas más subterráneas de agua. Pascua Lama es una guagua de pecho para lo que significa Cerro Casale”.
No obstante, un grupo de geólogos y expertos en medioambiente, tienen —papeles y mapas en mano— otra interpretación sobre las consecuencias del proyecto.
“No pongo en duda que la cuenca de extracción es distinta y bastante alejada del Río Copiapó. Sin embargo, el término cuenca o incluso cuenca endorreica (cerrada) se refiere a las condiciones superficiales de las cuencas y las subterráneas pueden ser muy distintas. Barrick no ha mostrado que no afectará la cuenca del Río Copiapó”, se queja Michaela Heisig, bióloga y ecóloga de la Universidad de Hamburgo, en Alemania. Heisig ha seguido de cerca el tema como parte del staff de profesionales de la consultora Econorte, contratado por la Municipalidad de Caldera para estudiar a fondo los efectos que podría tener el proyecto minero en la población. El grupo de profesionales, también elaboró las observaciones de la Municipalidad de Copiapó y Casub (Comunidad de Aguas Subterráneas), entre otros.
Quien también ha seguido de cerca el tema es Juan Pablo Milana, glaciólogo argentino que se familiarizó con Barrick después de seguir paso a paso el proyecto Pascua Lama. Su experiencia le dice que sí podría verse afectada la población.
“Esos derechos corresponden a una cuenca endorreica. Sin embargo, también planean utilizar 0,5m3/s en las nacientes del Copiapó, y eso sí va a afectar notablemente a las poblaciones de la cuenca del Copiapó, no sólo por ese uso, sino por las afectaciones al sistema de generación y acopiamiento hídrico”.
Milana cuenta que este tema se ha discutido entre varios profesionales que piensan que la única alternativa ecológica viable es desalinizar el mar y utilizar esta agua en todas las operaciones industriales.
Esta alternativa está contemplada por la empresa, pero sólo como plan secundario en caso de que se generara algún inconveniente. Esa es una de las cosas que molesta a Brunilda González, alcaldesa de Caldera. Ella cree que el plan B de la minera debiera ser el primero y así evitar los riesgos para la población.
“La comunidad ordena y exige a las grandes mineras que no usen agua dulce, sino que 100% agua salada. No estamos contra el proyecto ni contra las inversiones, pero queremos que se haga con responsabilidad”, dice Brunilda González, antes de su queja más dura: “¡Esto es más que un Pascua Lama!”, exclama al teléfono desde su oficina municipal. “La cianuración en ese caso no estaba en el lado chileno. Este proyecto está 100% en tierra chilena. Y, además, afectarán glaciares y no blancos sino que de roca, mucho más profundos y directamente relacionados con las capas más subterráneas de agua. Pascua Lama es una guagua de pecho para lo que significa Cerro Casale”.
LOS OTROS EFECTOS
Esta es la situación actual del proyecto: el 6 de marzo la empresa presentó el segundo Informe Consolidado de Aclaraciones, Rectificaciones y/o Ampliaciones al estudio de Impacto Ambiental; esto con respecto a la optimización del proyecto. Según consta en el archivo del SEA, se trata de “la mejora en términos técnicos, económicos, ambientales y sociales, de los procesos productivos asociados a la explotación de minerales de oro y cobre del proyecto original”, aprobado por la Corema anteriormente.
Cerro Casale cuenta con una Resolución de Calificación Ambiental favorable el año 2002 y las modificaciones al proyecto original, según Barrick, son “producto de cambios tecnológicos que se traducen en considerables disminuciones en los efectos ambientales y sociales generados por el mismo (especialmente en la intervención de trazados de sus ductos y actualizar los estándares ambientales en la ejecución del proyecto, debido a los cambios de la normativa ambiental vigente respecto del año 2002)”, fueron sometidos a evaluación ambiental.
Autoridades regionales, especialistas y la senadora Isabel Allende buscan que el proceso sea lo más transparente posible y dentro de los plazos determinados.
El 7 de febrero de este año, Allende hizo llegar una carta a la ministra del Medio Ambiente, María Ignacia Benítez.
Esta fue una de las acotaciones que no tuvieron respuesta de parte de la autoridad nacional: “Una importante consideración es que el estudio reconoce la existencia de un ‘acuífero regional profundo y difuso’, sobre el cual no se presentan antecedentes de evaluación y no se sistematiza su dirección y flujo.
En consecuencia, no se ha evaluado la interconexión eventual con las cuencas regionales —en especial con la de Copiapó— lo que constituye un evidente déficit del Estudio presentado, por la importancia de sus efectos en la situación hídrica regional”.
En palabras simples, un acuífero es un depositario de aguas subterráneas. En el caso de Copiapó, es una fuente primordial.
Además del impacto que el proyecto podría tener en la población directamente, Milana apunta a otros efectos imposibles de soslayar: “También habrá un efecto en los ecosistemas. Sacar esa cantidad de agua del campo de Piedra Pómez es matar todos los bofedales que se alimentan de este flujo permanente de agua que aflora en varios ríos, siendo el Río Lama el más conocido y atractivo del Parque Nacional Tres Cruces. Este río corre hasta los llanos de Maricunga. Es simple matemática aplicada a la hidrología del desierto. Los derechos fueron otorgados sin el más mínimo estudio ecológico”.
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